La elección en 1986 de la candidatura de Barcelona para organizar los Juegos Olímpicos de 1992, representó un hito decisivo para la ciudad.
En 1992 se colocaron más de cincuenta esculturas, y si contamos otras cincuenta que se habían instalado desde la designación de la ciudad como organizadora de los XXV Juegos Olímpicos, la ciudad se enriqueció con una tercera parte de las esculturas públicas que tenemos hoy en día.
Los criterios que se adoptaron a la hora de seleccionar el tipo de obras que debían instalarse en el paisaje urbano se centraron en acercar el arte a las personas, en combinar la actuación de artistas nativos y foráneos, en generar un diálogo entre las esculturas y el entorno físico donde estaban emplazadas, en que las obras reflejaran el pasado y, al mismo tiempo, fueran un símbolo de modernidad y supusieran una metamorfosis urbana. Es decir, las obras debían respetar la historia de la ciudad y, a la vez, trabajar en su modernización.
En 1992 se colocaron más de cincuenta esculturas, y si contamos otras cincuenta que se habían instalado desde la designación de la ciudad como organizadora de los XXV Juegos Olímpicos, la ciudad se enriqueció con una tercera parte de las esculturas públicas que tenemos hoy en día.
Los criterios que se adoptaron a la hora de seleccionar el tipo de obras que debían instalarse en el paisaje urbano se centraron en acercar el arte a las personas, en combinar la actuación de artistas nativos y foráneos, en generar un diálogo entre las esculturas y el entorno físico donde estaban emplazadas, en que las obras reflejaran el pasado y, al mismo tiempo, fueran un símbolo de modernidad y supusieran una metamorfosis urbana. Es decir, las obras debían respetar la historia de la ciudad y, a la vez, trabajar en su modernización.
Además de las esculturas de los artistas catalanes más destacados de la época como Miró, Tàpies y Brossa, otros escultores como Subirachs, enriquecieron la ciudad con el monumento Catalunya a Francesc Macià, el de Apel·les Fenosa con el monumento a Pau Casals, Antoni Clavé con el Homenaje a la Exposición Universal de 1888 o Xavier Corberó con Homenaje al Mediterráneo, entre otros.
Por lo que se refiere a la generación más joven de escultores catalanes, estuvo representada por Sergi Aguilar con la escultura de Júlia, Antoni Llena con David y Goliat, Jaume Plensa con Born, Josep Maria Riera i Aragó con Submarino o Susanna Solano con Dime, dime, querido.
También se recuperaron esculturas, como, por ejemplo, Torso de verano, de Aristides Maillol, los Aurigas olímpicos, de Pau Gargallo, o La República, de Josep Viladomat, y se encargaron piezas a destacados artistas españoles, como Eduardo Chillida y Francisco López Hernández.
Dentro de la aportación de los escultores extranjeros destacan las obras de pop-art de un gran colorismo, como las Cerillas, de Claes Oldenburg, Barcelona's Head, de Roy Lichtenstein y Cilindro, de Tom Carr.El minimalismo y otras tendencias afines también estuvieron representadas gracias a las obras de Beverly Pepper con Cielo caído o Rebecca Horn con La estrella herida.
Destaca asimismo el encargo privado hecho a Frank O. Gehry y su monumental pérgola en forma de pez a los pies del Hotel Arts.
Y, aunque no pueda definirse estrictamente como escultura, hay que citar también la obra que Javier Mariscal, autor de Cobi, la mascota de los Juegos Olímpicos de Barcelona, colocó encima del desaparecido restaurante Gambrinus en el Moll de la Fusta.
Mención especial merece el conjunto conocido como «Configuraciones urbanas».
Se trata de una exposición permanente situada en las calles y las plazas de dos de los barrios más antiguos y emblemáticos de la ciudad, la Barceloneta y la Ribera, exposición patrocinada por la Olimpíada Cultural y que se inauguró unos días antes del inicio de los Juegos Olímpicos. En ella las obras de ocho artistas nacionales y extranjeros de reconocido prestigio establecen un recorrido que une el barrio de la Ribera con el Port Vell y la Barceloneta.
Los criterios básicos de la exposición, eran que las obras debían recoger la tensión creadora, la presencia combinada de artistas nativos y foráneos y que el arte se acercara a la gente.
Los ocho artistas que participaron en la exposición y dejaron su obra para siempre en la ciudad fueron: Lothar Baumgarten, con Rosa de los vientos en la plaza Pau Vila, situada en el Moll de la Barceloneta, Rebecca Horn, con La estrella herida en el nuevo paseo Marítim, Jannis Kounellis expuso su obra Balanza romana entre la calle Baluard y la calle Almirall Cervera, Mario Merz, con Creciendo en apariencia, Juan Muñoz, con Una habitación donde siempre llueve, situada en la plaza del Mar, Jaume Plensa, con Born situada en el paseo del Born y la calle Volta d'en Dusai, Ulrich Rückriem, con Sin título en el Pla de Palau, y James Turrell, con Deuce Coop instalada en el antiguo cuartel de Sant Agustí. Destaca asimismo el encargo privado hecho a Frank O. Gehry y su monumental pérgola en forma de pez a los pies del Hotel Arts.
Y, aunque no pueda definirse estrictamente como escultura, hay que citar también la obra que Javier Mariscal, autor de Cobi, la mascota de los Juegos Olímpicos de Barcelona, colocó encima del desaparecido restaurante Gambrinus en el Moll de la Fusta.
Mención especial merece el conjunto conocido como «Configuraciones urbanas».
Se trata de una exposición permanente situada en las calles y las plazas de dos de los barrios más antiguos y emblemáticos de la ciudad, la Barceloneta y la Ribera, exposición patrocinada por la Olimpíada Cultural y que se inauguró unos días antes del inicio de los Juegos Olímpicos. En ella las obras de ocho artistas nacionales y extranjeros de reconocido prestigio establecen un recorrido que une el barrio de la Ribera con el Port Vell y la Barceloneta.
Los criterios básicos de la exposición, eran que las obras debían recoger la tensión creadora, la presencia combinada de artistas nativos y foráneos y que el arte se acercara a la gente.
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